Fotografía, Quo Vadis?

Hojas de Fotografía

El digital también revolucionó la fotografía

La Fotografía se encuentra en un momento histórico capital. Ciertamente podemos volver la mirada sobre el camino recorrido. Pero no podemos medir, ni entender a plenitud, los movimientos y efectos de la última década, y es difícil siquiera atisbar hacia dónde va.

La Fotografía aparece en el siglo XIX. Compañías como Kodak, Agfa y luego Fuji (nombres que no dicen mucho para los jóvenes de hoy) se encargaron de popularizarla, ofreciendo cámaras e insumos fotográficos a muy bajo precio y con ello dominando prácticamente todo el siglo XX.

Sin embargo, esa popularidad fue poca cosa comparada con el proceso democrático que irrumpe al llegar el etéreo y todopoderoso mundo del digital al campo fotográfico, a finales del siglo pasado. La revista Aperture, en sus números 210 (primavera 2013), 213 (invierno 2013) y 214 (primavera 2014), gira principalmente en torno a estas inquietudes.

El digital también revolucionó la fotografía. Lo que era un hecho extraordinario para el ciudadano común, ahora forma parte de su día a día. Si el Walkman de Sony brindó la posibilidad de llevar buena calidad de música a cualquier parte, multiplicando la difusión de la misma exponencialmente, lo digital es mil veces más revolucionario.

Ahora todos somos fotógrafos. Ya se hace imposible adquirir un celular que no traiga una cámara integrada. Y todos la usamos. En el cumpleaños, en la fiesta, en el paseo, en las vacaciones. Trabajamos con ella: registramos hechos, tomamos notas, videos. Y podemos enviar nuestras imágenes al instante a cualquier parte del mundo. Las grandes agencias de noticias se apoyan cada vez más en el ciudadano común que utiliza su celular en el momento indicado y en el sitio indicado. Ejemplo: Una de las fotografías más icónicas de los atentados en el Metro de Londres del 7 de julio del 2005 lo fue la tomada, con un celular, por un pasajero de nombre Eliot Ward de otro pasajero llamado Adam Stacey. Esta fotografía fue considerada como una de las mejores de ese año por la revista Time.

El aparecimiento del mensajito de texto representó un hito en las comunicaciones. Sustituto exacto pero directo (sin intermediarios) del antiguo telegrama, permite la comunicación con cualquier otro celular en cualquier otra parte del mundo a muy bajo costo. ¿Se podía pedir más?

Y más sucedió. En un abrir y cerrar de ojos comenzamos a chatear con imágenes. Si estoy deleitándome de un helado, puedo con el mensajito describir el mismo y mandar el texto. Pero con el advenimiento del Whatsapp ya no hace falta que haga descripción alguna. Simplemente le tomo una fotografía al helado y la envío de manera tan sencilla como el mensajito. No necesito palabras. No envío palabras. Envío la fotografía, la imagen, cualquier imagen. Incluso un video, y hasta una grabación de mi voz o cualquier sonido. Sin costo alguno. ¿Y el Messenger? Parece entonces haber quedado para la historia. Y el celular prácticamente nos acompaña las 24 horas del día, nos acostamos con él, dormimos con él.

Y ahora estamos sobresaturados de imágenes. Hoy por hoy, 350 millones de fotografías son subidas diariamente al Facebook a nivel mundial. Éste, entre otras cosas, sustituyó nuestro álbum familiar físico por uno digital que lo puede ver cualquier familiar o amigo en cualquier parte del mundo. ¿Y los cientos de millones de fotografías subidas diariamente al Flickr, Instagram y medios similares? ¿Y las millones de imágenes que se utilizan para atormentarnos sicológicamente con fines comerciales?

El término fotografía va cediendo al término imagen. La imagen puede ser una fotografía, pero no necesariamente una fotografía. La imagen se puede elaborar aun sin cámara fotográfica. La imagen se puede construir con cualquier cosa, y se imprime, y se envía, y se reproduce tan igual a la fotografía. Además, la imagen de hoy día tiene la capacidad de borrar, o como mínimo de difuminar, con muchísima facilidad, el lindero de lo real con lo irreal.

¿Qué es real? ¿Qué es irreal? No lo sabemos. ¿Acaso lo supieron Bertrand Russell y Antonio Machado? Actualmente vivimos en un momento en el cual pareciéramos no tener piso. Nada es estable. Nos quedamos sin sustento. La sensación del que la Tierra era un lugar seguro desapareció. Tenemos la capacidad bélica de implosionarlo en cualquier momento. Nuestra privacidad desapareció, tanto a nivel del ciudadano común como de los estados (no olvidemos a Snowden).

Por otra parte, nos incitan permanentemente a consumir vorazmente, pero al mismo tiempo a contaminar lo menos posible, incluso a reciclar. Las fuerzas económicas se concentran cada vez más, tienen cada vez mayor poder y destruyen aceleradamente nuestro entorno. Ya parece que hemos entrado en un suicidio planetario lento pero sostenido, y ya casi casi casi sin vuelta atrás.

Visualmente, nuestro horizonte (y nuestra perspectiva lineal) que nos transmitía seguridad también comienza a desaparecer. A decir verdad, la perspectiva lineal nunca fue tan real, como tampoco lo ha sido el horizonte. Y nos encontramos, sin advertirlo, ante una perspectiva vertical sin piso que nos sustente, la que nos ha colocado en una situación que Hito Steyerl considera de “caída libre”.

Y como no tenemos piso seguro no sabemos si estamos cayendo, flotando o inmóviles, pues el caer es relativo. Se cae con respecto a algo, pero nos falta ese algo, no tenemos ese algo. Y la misma sensación aplica para nuestra vida social y pensamientos más profundos. Hemos perdido todo piso. Nuevos paradigmas visuales están en construcción. ¿Dónde estamos cayendo? (Véase el ensayo “In Free Fall: A Thought Experiment on Vertical Perspective” en STEYERL, Hito. “e-flux journal: The Wretched of the Screen”, Sternberg Press, Berlin, 2012).

Esta perspectiva vertical, entre otras cosas, nos aclara Steyerl, nos ha permitido tener una visión de arriba hacia abajo de todo el Planeta (la llamada “Visión de Dios”). De forma inocente, por ejemplo, cuando los satélites y Google Maps nos permiten recorrer las calles de cualquier ciudad con fines de orientación o recreativos. No tan inocentemente cuando los mísiles y drones se valen de la misma tecnología para aniquilar personas y lugares.

Aterricemos un poquito. En la Fotografía entran en juego tres elementos fundamentales que conforman un triángulo: el objeto fotografiado, la cámara y la persona que toma la fotografía. ¿Los tres ángulos tienen igual valor? En 1961 un profesor de literatura y crítico literario de nombre Michael Gregory escribió un artículo de sólo tres páginas sobre el estilo fotográfico; artículo indescriptiblemente bello, realmente icónico. Allí pone fin a la sempiterna discusión que existía sobre el valor de la fotografía como arte por sí misma. Según sus propias palabras, lo esencial de su propia definición del estilo fotográfico consiste en colocar el énfasis dónde siempre debió haber estado: “fuera de la cámara, lejos del objeto, de vuelta en el mismísimo ojo del fotógrafo.” (Aperture Magazine).

El problema de hoy en día es que el digital, y más que el digital, la industria fotográfica, hacen creer al consumidor que a cámara más costosa mejores resultados fotográficos habrán, reabriendo en el inconsciente colectivo la ya zanjada querella. Y así tenemos cámaras con más y más funciones, y con más y más botones. Y uno se pierde desconsoladamente en ese océano de botones y funciones que viene acompañado de un manual de doscientas páginas… ¡y provoca estrellar la cámara contra el piso! ¡Y tanto que costó en los años sesenta llegar a poner fin al mito de la supremacía de la cámara sobre el sujeto! ¡Megapíxeles, megapíxeles, megapíxeles! Deliramos inútilmente con los megapíxeles.

En resumidas cuentas, el problema es el indio, no la flecha.

Merci beaucoup!

Autor:

Mauricio Rodríguez